Canto I
El Mar

Y está el mar que produce el sonido del infinito. Está un corazón que palpita, están los arrecifes, y las olas violentas que se estrellan contra ellos, como el más violento de los amores, pues a veces es apacible, tibio como el vientre de mi madre. Sin el mar, sin ese paisaje a veces misterioso, a veces borracho de tanta luz, sin los fósiles, sin los peces de fósforo, sin los atardeceres de ópalo, sin los amaneceres de rosa azulados, sin el canto de las sirenas, sin los cabellos verdes del niño pez, no me hubiese inspirado, para montar, ¨ Los bosques de Nyx.

Canto II
Mi primera vez

La primera vez que tuve contacto con la tragedia griega tendría unos nueve años. En un cine de barrio llamado El Tirso, presentaban ¨Electra¨, no sé si dirigida por Kacoyanis, pero si actuada por Irene Papas. Nunca podré olvidar a esa mujer, una encarnación de la tragedia griega. No puedo olvidar sus ojos, los ojos de la tragedia, diciendo en un griego que le salía de las tripas, los versos de la obra. Desde entonces la tragedia dejó en mi corazón el tatuaje del teatro, ese tatuaje indeleble, hasta el fin de mis días.

Por eso este libro se inicia con el dibujo de unos ojos de la tragedia griega, los ojos cual espejos de tu dolor.

Canto III
La guerra

De sus gargantas llenas de polvo surgieron las flores blancas. Ojalá la sangre no hubiese ni manchado los muros de los templos sagrados, ojalá el valle de las manos crispadas y de los caballos muertos, no hubiese existido, jamás. Ojalá que nunca las llagas hubiesen crecido por doquier, ni la pólvora ni los rayos atómicos, ni los virus, ni las armas de destrucción masiva.

¿La guerra, lo animal, lo primitivo, el abuso del poder, está inmerso en nosotros? Ojalá lo podamos arrancar, ojalá pronto encuentren en nuestros corazones, el gen de la guerra y nos lo arranquen para siempre. Para poder llamarnos civilizados. Repudio total a la guerra.

Pronto en los campos surjan las flores, que canten, que canten, el canto de la esperanza, el canto de la vida. Ese canto con que las madres, puedan arrullar a sus hijos, dándoles el pan de cada día.

Y surgieran en el campo las flores rojas, que nos recordarán, que su color es por la sangre de nuestros muertos, pero las flores cantarán hasta reventar y cada gota de su color marcará nuestros dedos, para que no olvidemos nunca…
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  • Los Santos descarriados

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    Director escénico con más de 75 montajes en teatro, ópera y danza. Premios Nacionales en Dirección 1996 y Escenografía 2004. Diseñador de producción para cine y cine publicitario. Ha representado a CR en grandes festivales de teatro como lo son Caracas, Bogotá y Guanajuato.

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